Metafísica de la información
Publicado: 2023-10-20
0. Presentación
Describimos a la información como el resultado de un proceso dialéctico de abstracción y significación del mundo, y esto nos permite trascender lo cuantificable. Nos movemos de una noción de información dependiente de la codificación en cuanto a cantidad, hacia otra que observa un proceso fenomenológico y semiótico que comienza con la abstracción formal del fenómeno y termina con su interpretación pragmática.
Nuestro acercamiento a los procesos dialécticos informacionales es intensional, oposicional y multidimensional. Dirigimos entonces nuestra atención hacia una de las características más esenciales de la información: la estructuración por categorización. Desde esta perspectiva fenomenológica, toda explicación de nuestro universo de percepciones es un fenómeno informacional, específicamente, de procesamiento de información.
Para poder hablar de procesamiento de información, habrá primero que revisar su origen. Esto nos lleva a las descripciones del origen de nuestro Universo, pues las categorías empleadas allí son tan primordiales que se vuelven omnipresentes en nuestra cultura. Es decir, son categorías arquetípicas, y su omnipresencia es la estructuración.
1. Información y estructura
Simplificamos la idea de materia con la idea de masa, pero la masa es un número, apenas un dato, necesitamos darle un sentido y un contexto, esto es, informarlo. También podemos decir que percibimos y reaccionamos en el mundo, después lo explicamos, y finalmente extraemos conocimiento abstracto.
De estas dos lecturas una tiene vocación teórica o analítica y la otra empírica o fenomenológica. Una explica con ideas y la otra con experiencia.
Es posible pensar en un entramado más amplio si consideramos además que podemos oponernos, de una u otra forma, a cualquier idea suficientemente compleja y abstracta. Esta práctica nos abre una puerta multidimensional de capas de dualidades y opuestos. Aquí comenzamos a observar una meta-categorización a través de las cualidades más generales de los conceptos, sus cualidades arquetípicas.
Si además abstraemos el proceso en sí, y tomamos una distancia aún mayor, intemporal, llegamos a una estructura dialéctica abstracta e inmanente. Esta estructura es sintética y no requiere un tercero incluido, contiene en sí misma el cómo generarlo si fuese necesario.
Las tres estructuras se sostienen lógicamente, pero son más generales que una estructura lógica. Representan tres versiones del mismo fenómeno y nos dan estructura y contexto. Los acercamientos intensional, categórico, oposicional y multidimensional nos alejan de la narrativa, lo que nos permite observar las estructuras más superiores. En esta abstracción, llegamos a una descripción semiótica, meta-estructural y pragmática de la información.
Estos esquemas relacionales son además suficientemente generales. Nos dan un caracterización visual y cualitativa del proceso informacional en tres niveles esquemáticos:
- Esquema procesual
- Esquema multidimensional
- Esquema sintético
Podemos adentrarnos aún más en el entramado oposicional y multidimensional. Estos esquemas son una abstracción de otras estructuras duales más detalladas. Pero necesitamos una teoría dualista para estructurarlas. Usemos esta esquematización para construirla.
2. Género, arquetipo y complejidad
En el núcleo de estas relaciones trinitarias de dialéctica está la oposición. En lo más esencial, las relaciones duales son las que imprimen intensionalidad a sus compuestos. Por lo tanto, también nos dan más información meta-estructural.
Entonces las preguntas inmediatas son ¿qué es oponer, o mejor dicho, qué operación mental hacemos al oponer? Particularmente nos interesan las categorías duales. Desde luego esta es una pregunta muy compleja, es decir, puede abordarse de distintas formas, por lo que tenemos que establecer intensión.
Observamos las cualidades más generales de los conceptos haciendo abstracción y abordándolos como nociones arquetipicas. Con esto, llegamos a categorías duales, donde descubrimos un juego cualitativo entre sus partes. Este juego cualitativo y dialógico está fenomenológicamente ligado con el género, y su referencia más primordial que tenemos en la experiencia, el sexo.
De forma simplificada como proceso informacional, estructuramos empíricamente nuestra noción abstracta de género con la diferencia sexual, y finalmente la significamos con nuestra identidad.
En esta dimensión informacional y arquetípica buscamos las nociones más amplias, incluso etimológicas. En Matrioska, metafísica se refiere literalmente a toda idea que estructure entidades que no sean objeto directo de la física. En el mismo ánimo, con género nos referimos a cualquier noción de género, pues es una categoría abstracta.
Género implica diferencia, pero no toda diferencia termina en género. El sexo biológico es una simplificación de una compleja red de fenómenos fisiológicos de determinación sexual, tan compleja que termina por dar muchos más frutos que la simplificación hembra y macho. Finalmente, como resultado de esta dialéctica, conducimos un ejercicio de nuestra sexualidad que termina por darnos cierta identidad.
Podemos leer este esquema sintético como una teoría del género, con una estrategia de diferencia sexual, para darnos identidad, a través del ejercicio de nuestra sexualidad. Comprender la estructuración de estas relaciones tan primordiales es crucial pues son el corazón de los procesos informacionales.
Como es de esperarse, esta red de ideas se corresponde con el entramado ideológico. La noción de género en las teorías feministas viene de diferentes áreas como la sociología, la antropología, psicoanálisis, etc., mientras que la diferencia sexual es una perspectiva estructuralista y lingüística. Claro que el género también tiene una perspectiva estructural y una muy amplia perspectiva lingüística, más que decir tiene, las contiene. El compuesto género-diferencia es el universo de discurso que abarca las dos nociones, una compleja y la otra simple.
Si tomamos una representación estilo Venn, la esquematización complejo-contiene-simple se vuelve obvia. Esta esquematización es además arquetípica, es decir, podemos usarla para estructurar cualquier pareja de duales conceptuales.
En la constitución de las teorías feministas donde la mujer es objeto de estudio, ya desde su ontología se vuelven evidentes las discordancias sociales y culturales. La única diferencia capaz de abrir una nueva dimensión de discurso, tanto en lo biológico como en lo analítico, es la capacidad de engendrar.
El control sobre la mujer, como fenómeno social y cultural, tiene en la base una economía de la reproducción humana. En esta economía reproductiva el activo más valioso no es el macho, sino la hembra que puede engendrar vida y por tanto preservar la especie. Nuestra sociedad es patriarcal, en parte, porque acomoda en mejor clase al hombre que a la mujer. Sin embargo esta descripción aún es muy simple en términos de información y meta-estructuración. Pues arquetípicamente lo patriarcal va más allá de la elección de los objetos y sujetos de las clases, y tiene más que ver con las clases y el uso de una jerarquía para estructurarlas.
Insisto en que estas categorías y sus relaciones deben entenderse de forma arquetípica. Cuando hablamos de género femenino, hablamos pues de los géneros con vocación arquetípica femenina. Interpretar femenino como mujer o como hembra es un error de lógica, pero sobre todo de contexto, es decir, es un error pragmático. No podemos simplemente trasladar una noción de un espacio conceptual simple a uno complejo. Estamos conformando dimensiones discursivas distintas, y este proceso de categorización básica es el primer paso que permite la complejización de nuestros conceptos empíricos.
Como en la Matrioska de la materia, pero ahora en una perspectiva patriarcal, la inversión cualitativa se da al saltar de la categoría de especie a la categoría de género, es decir, al movernos de una capa de realidad a otra más abstracta. Esto se explica muy bien en términos de Hanna Arendt. Podemos decir que el machista también es banal, es decir, es un perfecto burócrata social. La banalidad no es una simple maquinización, es inconsciencia, y la inconsciencia implica información primordial mal estructurada.
Una de las primeras lecciones que podemos aprender aquí es una mejor estructuración de la relación compleja más fundamental que tenemos. Debemos extraer de aquí una relación de género arquetípico que sí observe las propiedades esenciales de este juego dual. Porque además, este no es el único escenario donde una inversión conceptual termina por poner a nuestras ideas en nuestra propia contra.
Desde un punto de vista abstracto, arquetípico e informacional, definimos al género como una relación dual y dialógica, con un ente complejo y otro simple, es decir, uno con mayor dimensionalidad discursiva que el otro. Además, la relación es de contención y no de orden. Esto quiere decir que conceptualizamos al compuesto como un todo indivisible con dos perspectivas, no necesariamente como una jerarquía de valor, ni tampoco como una relación estrictamente polar.
Considerar sólo la diferencia (e.g., sólo la determinación sexual) para categorizar no es útil, pues no tenemos toda la información. Reconocemos la diferencia, pero no reconocemos el porqué, es decir, reconocemos la extensión de la oposición pero no su cualidad intensional.
Esta relación es tan fundamental y arquetípica que alcanza incluso un grado de fractalidad. Podemos esquematizar parejas duales con esta perspectiva, creando cada vez compuestos sintéticos significativos. La fractalidad radica en la estructura dual, pero también en que las cualidades esenciales de complejidad, contención y dimensionalidad se preservan siempre.
Esta es también una relación arquetípica primordial entre el Yo y lo Otro, y no se trata de sexo, género y número, sino de complejidad, contención y dimensionalidad. Este pequeño giro hace que nuestra atención pase del orden externo a la estructura inherente. Para esto, vamos a revisar antes nuestras categorías arquetípicas originarias.
3. La Creación
Parafraseando de nuevo a Flusser, la mitología occidental de la creación viene de, espero ya sin sorpresa, la dialéctica de otra dualidad fundamental, la forma y el contenido:
En el inicio sólo existía la materia informe y las formas puras. En un acto, es decir, dialéctica, de voluntad (teología) o aleatoriedad (ciencia) se unen ambas (síntesis) para establecer la materia informada: la Creación.
En esta exploración de los orígenes nos interesan los conceptos más abstractos, no las explicaciones literales: nuestra postura es intensional. Con esto me refiero a que es más importante qué conceptos nos ayuda a categorizar un término, dentro de un contexto determinado, y menos importante los elementos de alguna realidad objetiva a los que se pueda referir. Considerar explicaciones literales aquí es, nuevamente, un error lógico, pero sobre todo pragmático.
Vemos cómo esta dualidad primigenia de materia informe y formas puras guarda una relación directa con la dualidad de materia y espíritu. Más aún, estas últimas meta-categorías son una suerte de proyección de otros conceptos todavía más primordiales, abstractos y metafísicos: el Estar y el Ser.
Ya instalados de lleno en la metafísica, entonces inmediatamente podemos argumentar que Estar y Ser tampoco son conceptos elementales. ¿Cómo lo sabemos? Precisamente porque son duales, podemos oponernos y obtener información en ello. Todo lo que es (metafísica pura en un extremo: el Ser ontológico), y todo lo que está (física pura en otro extremo: el Ser óntico): existe.
¿La existencia metafísica es la categoría más abstracta de las que planteamos? Argumento a favor porque no tiene un opuesto. La existencia metafísica como categoría lo abarca todo: es absoluta. Como la máxima categoría de lo cognoscible e inteligible, incluye cualquier concepto, idea, imagen o estructura, y por lo tanto a la misma negación y cualquier tipo de oposición. Predicar la no existencia metafísica de algo es absurdo por definición, no necesita nada más trascendente.
4. La otra Creación
Claro que el mito de la creación también viene por lo menos en dos sabores. Por una parte el mito occidental es dual y polar. En un polo está la explicación mediante la voluntad de un Dios separado de su creación, es decir, una explicación teísta por radicalizar de alguna forma el idealismo. En el otro lado, está la explicación que mediante la dinámica del universo empírico niega la necesidad de una voluntad trascendente, es decir, una explicación no teísta por radicalizar de alguna otra forma el materialismo.
Pero otras culturas han establecido filosofías donde lo creado y creador son la misma cosa, y la explicación no requiere ninguna voluntad, es decir, Le Creadore no tiene un Yo, y por lo tanto tampoco un género. Esto tiene ventajas metafísicas e informacionales, pues nos explica la estructuración de conceptos a través de un proceso fenomenológico de diferenciación, complementando la versión sintética de la filosofía occidental. Por lo tanto, si nos quedamos sólo con la perspectiva occidental tenemos apenas la mitad de la historia.
Antes de salir por completo de occidente vamos a revisar otra metafísica occidental, aunque no tan main stream: la metafísica de Lo Absoluto de Plotino:
En este sistema dividimos a la realidad en tres niveles jerárquicos del Ser. El Uno, la última realidad metafísica más allá de la dualidad; el Nous, la mente o espíritu, es decir, desde un punto de vista poshistórico, toda cultura en su forma más perfecta y completa; el Alma, origen de las intenciones (con c), parte de la naturaleza, en contacto siempre con la mente y el universo sensible. Este último, el universo de los sentidos, es el mundo físico con cuya interacción generamos un quale, establecemos una relación para posteriormente predicar, es la naturaleza sobre la que depositamos nuestras intensiones (con s).
Cada nivel del Ser representa una expresión o hipóstasis del Uno, siendo los niveles inferiores una emanación de los superiores, y a su vez, los niveles superiores representan una trascendencia de los niveles inferiores. Si pensamos en los conceptos de emanación y trascendencia como versiones teológicas de las nociones informáticas de manifestación e instanciación, entonces la metafísica de Plotino se ajusta muy bien a la noción de estructura y de arquetipo que estamos desarrollando.
Sin embargo, el esquema metafísico de Plotino tiene una desventaja, es jerárquico. Para Plotino, el Uno es como el centro de un círculo infinito cuyos rayos son sus emanaciones. Aunque reconoce una unidad trascendente, aún denota jerarquía más que contención y composición.
Ahora veamos otro esquema metafísico muy similar. Esta vez desde la antigua China, de la mano de Zhou Dunyi:
Esta esquematización resume varias corrientes de pensamiento asiático. Está en la base del Taoísmo y del Confucianismo, es también la base de un sistema binario muy antiguo y significativo llamado I Ching. Por el momento, nos interesa seguir la historia como con Plotino.
Wuji, el vacío infinito, se dualiza a sí mismo generando dos esencias arquetípicas primordiales: el Yin con cualidades femeninas, y el Yang con cualidades masculinas. De esta categorización primordial, a través de un proceso, las esencias se transforman para crear categorías duales, con una cara femenina y otra masculina. De estas categorías duales e infinitas transformaciones más aparecen todas las categorizaciones de las cosas del mundo humano, físico y no físico.
Estas tres versiones de la creación tienen mucho en común. Todas muestran la pureza metafísica en un extremo y lo perceptible en el otro, idea que refuerzan al considerar al Ser como dual. El Alma y sus voliciones, o los caminos de la Tierra y el Cielo, dan el sentido.
Lo que en Plotino se estructura como dinámica lineal de emanación-trascendencia, Zhou Dunyi lo estructura como un proceso cíclico representado por los cinco pasos o elementos. Occidente main stream parece que todavía no se decide entre sus dos polos, pero curiosamente aquí nos interesa más la versión teológica, pero con un giro teleológico. ¿Por qué? Porque involucra voluntad, en este caso la nuestra, de lo contrario, ¡no tendría sentido!
5. Estructura e intensionalidad
Invertimos el sentido de nuestra atención, o quizás, como Alicia, aprendemos a mirar del otro lado del espejo. Abandonar el orden externo lleva necesariamente a la estructura inherente o las formas esenciales, es decir, a la estructura intensional. Ahora conceptualizamos no desde una imposición externa, sino desde la intimidad.
Desde lo indiferenciado surge un quale, la intención, un movimiento íntimo del Alma. La intención necesita estructurarse como fenómeno, es decir, establecer relaciones con nuestro universo interior. A partir de esa estructuración surge la intensión y la significación.
La intensión o significación que le damos a las cosas tiene que ver con cómo las estructuramos. Para eso usamos una estrategia relacional y conexionista, que finalmente se corresponde con lo dictado por el sentido de nuestras voliciones interiores.
Podemos pensar en la estructura como un dialéctica entre volición y relación: la forma que le damos a nuestra voluntad, pero además puesta en contexto. Entonces, las intensiones, con s, son el resultado de abstraer y contextualizar nuestras intenciones, con c, por medio de conexiones y relaciones.
6. Orden y simplificación
Además de todas estas categorías filosóficas, podemos pensar en otros compuestos duales quizás no tan primordiales, pero sí bastante útiles.
La teoría dicta su práctica y el juego tiene dentro de sí a su estrategia. El plano contiene a las rectas, y la estructura lidia con las distintas ordenaciones. Aquí las categorías siguen siendo generales. Podemos distinguir claramente el componente simple del complejo, ¿cierto?
Esta virtuosidad arquetípica puede mutar fácilmente en vicio a través de la inconsciencia y la necedad. Una práctica de hacer pura teoría es obsesión. Pasar el tiempo jugando a la estrategia es soberbia. Pretender tener una estructura de orden, en lugar de una estructura ordenada es dominación. La recta plana es pleonasmo y también desperdicio.
En un ejercicio suicida invertimos las relaciones de género arquetípico y llegamos a categorías que describen perfectamente cualidades del patriarcado. Desde una perspectiva arquetípica e informacional vamos a considerar a lo patriarcal como las dialécticas que resultan de utilizar categorías arquetípicas de género invertidas.
De aquí podemos desprender otra definición. Patriarcado también es pretender estructurar todo como un orden, es decir, estructurar todo de manera lineal. Y, aunque un poco especulativa, otra más, patriarcado es inconsciencia.
En cambio, si hablamos de un mundo donde toda práctica está guiada, es decir, es disciplinada, además, prevemos, nos estructuramos ordenadamente, y liberamos nuestra imaginación, entonces, hablamos de colaborar. El patriarcado, jerárquico y lineal, se trasciende, creamos una dialéctica que invierte sus cualidades intensionales.
Usar categorías simples para describir fenómenos complejos no es abstracción, es banalizar, es decir, es burocracia. Desde luego la burocracia no es mala, lo malo es pretender inconscientemente que es la solución a todo. Curiosamente el quid del asunto aquí sí es el orden, pero el orden de nuestras ideas.
7. La metafísica de la información
El camino que llevamos va más o menos así, pasamos de la descripción semiótica a la abstracta a través de la multidimensionalidad. En ese camino nos encontramos siempre con juegos de pares cualitativos, de entre los cuales hay uno que resulta ser esencial, el juego del género. El género construye relaciones, y la relación más elemental que hacemos, la relación de nosotros con algo más, es binaria y dual. Pero también vemos que la superficie binaria del género es apenas su faceta simple, que tiene otra compleja. Lo que separa a la una de la otra es la dimensionalidad. Pero la separación también es una perspectiva simple, porque la perspectiva compleja y multidimensional considera contención. Al cambiar la separación por la contención y la multidimensionalidad también eliminamos la jerarquía, pues formamos unidades con facetas.
La herramienta conceptual más importante que hemos usado es la de arquetipo. Los conceptos con un tono general, abstracto y estructural parecen ser los que más se ajustan a esta condición. Los arquetipos dan estructura, pero también permiten contextualizar, y por tanto son parte esencial de un proceso de significación y abstracción, es decir, de síntesis de información.
No cualquier categoría general es útil como arquetipo. La materia espiritualizada y el espíritu materializado no sirven en nuestro mundo actual. El problema no es el zombie, el problema es que no pueda distinguirlo de un celular. Entonces buscamos categorías arquetípicas significativas, pero para eso se necesitó el contexto y la abstracción. Lejos de entrar en una simple circularidad, lo que emerge en esta dinámica es la dialéctica.
De nuevo la multidimensionalidad interviene, pues la emergencia es también una perspectiva simple. Hay dos versiones de un fenómeno informacional, la conceptual y la empírica. Por lo que hablar de una dialéctica emergente es dar cuenta del fenómeno únicamente desde una perspectiva empírica. Falta la otra mitad, la perspectiva conceptual.
Esto nos lleva otra vez de vuelta al arquetipo, y a las categorías más generales y más abstractas. Nuestro orbitar sí parece converger, y aquí la convergencia es la dialéctica y la síntesis. Pensemos entonces en el género del génesis del género.
Podemos crear géneros categóricos siguiendo nuestra teoría dual del género, pero también por síntesis. El género del génesis del género puede trascenderse, pues la teoría de la síntesis con la estrategia o práctica del género dual es dialéctica.
Ahora estamos en una capa de realidad distinta, más abstracta. Las nociones de género y síntesis producen ahí un nuevo par: la dialéctica y la combinación.
De la síntesis, y por consecuencia lógica y combinatoria, creamos un nuevo género: el género de las operaciones genéricas.
¿Acaso no es paradójico decir que las operaciones que crean conceptos se tengan que crear antes como concepto usando esas mismas operaciones? La respuesta es que sí, es paradójico, pero sólo si lo vemos desde la experiencia.
Si en un experimento mental decimos que lo metafísico precede a lo físico la paradoja desaparece, pues los géneros más abstractos y arquetípicos serán aquellos más metafísicos. Por supuesto esto va en contra del espíritu científico que se ha dedicado, valga la ironía, a perseguir todo lo puramente espiritual y sustituirlo por lo cuantitativo e inmaterial. La solución entonces es obvia, es la propia dialéctica, necesitamos sintetizar.
Una metafísica sucedida de una física es un absurdo desde una perspectiva de información, pues para nosotros, todo es información. Como no vamos a tirar por la ventana siglos de desarrollo intelectual (ya lo intentamos al querer erradicar la metafísica), entonces podemos establecer una metafísica dual y sintética, es decir, dialéctica.
Las concepciones de Plotino y Zhou Dunyi coinciden el el mismo origen metafísico primario de todo: La Nada o Wuji, donde todo es indistinguible, en el sentido de no-dualidad. La Nada es amplia, más amplia que El Todo, y lo contiene en potencia. La Nada es una noción puramente metafísica, o mejor dicho, la metafísica más pura, es la existencia metafísica absoluta, trascendente e inmanente a la vez. Así mismo, El Todo no podría ser todo sin estar, esto es, también que todo pueda llegar a ser en algún lugar y en algún tiempo.
Tenemos lista también una versión trascendental del género. Si tenemos géneros, tenemos también su trascendencia, y es sólo en esa trascendencia donde realmente podemos hablar de ese género. Esa trascendencia es el universo de discurso trascendente. Este universo es trascendente, si lo vemos con una perspectiva empírica o fenomenológica, pero su estructura es inmanente si lo vemos desde la perspectiva arquetípica, metafísica, e informacional.
Género | Símbolo astrológico | Símbolo geométrico | Complejidad |
---|---|---|---|
Andrógino, Hermafrodita | ☿ |
○ |
Universo de discurso trascendente |
Femenino | ♀ |
△ |
Dimensión compleja o universo de discurso |
Masculino | ♂ |
□ |
Dimensión simple o discurso |
En la tabla tenemos los tres niveles de contención del género y algunos símbolos usados en nuestra cultura. Además del apoyo mnemotécnico en sí, los símbolos nos recuerdan las cualidades arquetípicas de los géneros.
- Lo masculino: como arquetipo cultural,
♂
, el falo, es decir, lo lineal, recto y firme, el movimiento direccionado, como arquetipo geométrico,□
, la oposición cuaternaria, estrictos orden y simetría, contraposición del arriba-abajo, izquierda-derecha, e interior-exterior, por tanto, jerarquía. - Lo femenino: como arquetipo cultural,
♀
, la capacidad creativa a través de la suma o composición en lo interior, el vientre, y la entrega total a la espera, gestación y nutrición, como arquetipo geométrico,△
, la vagina, capaz de recibir al falo, las polaridades, y dar a luz a un nuevo ser por medio de la síntesis, por tanto rompe el orden vertical, fálico y jerárquico envolviéndolo radialmente en el coito. Más aún, la suma o composición,+
, es una operación principalmente masculina pues requiere movimiento, lo que añade mayor complejidad a este arquetipo. - Lo andrógino o hermafrodita: como arquetipo cultural,
☿
, síntesis de la acción masculina, en el campo fértil y femenino, que asciende al espíritu a un espacio (metafísicamente, instanciacionalmente) superior, más complejo, más abstracto y trascendente, un espacio asociado también con lo divino y lo sagrado, como arquetipo geométrico,○
, la unidad, la infinitud, el círculo es un polígono regular con lados infinitos.
Siguiendo estos esquemas de contención, podemos entonces regresar dialécticamente a donde empezamos. A la base arquetípica de la metafísica occidental. A la dualidad que precede a la materia y el materialismo, al espíritu y al idealismo.
Existencia precede a la esencia, pero no como la cosa afuera que nos recuerda que estamos irremediablemente separados de ella. Más bien es el origen metafísico de la teoría metafísica misma, la esencia, y de la teoría empírica que esta última dicta. La esencia entonces precede a la experiencia. Esta es la descripción teórica, metafísica e informacional.
Pero también tenemos una descripción fenomenológica. La categorización, es decir, el juicio, de nuestras percepciones es posterior a la percepción misma, y es un fenómeno dialéctico.
Con este esquema metafísico arquetípico y trascendental podemos continuar descendiendo por las estructuras duales, mientras vamos incorporando nuevos esquemas. Por ahora, tenemos ya versiones empíricas e intensionales, o simples y complejas, de información, género, dualidad e intensionalidad.
Vale la pena también hablar de método. La tradición metafísica occidental es principalmente sintética, por lo tanto tiene una perspectiva informacional empírica. La metafísica de Zhou Dunyi funciona en reversa, primero es el origen arquetípico e intensional y después la explicación empírica. Aquí tenemos esa perspectiva intensional, por lo tanto nuestro método es top-down. La noción de arquetipo se vuelve crucial pues habilita la meta-estructuración de lo general a lo particular, volviendo explícita la intensión.
Al considerar sólo las cualidades más esenciales de los conceptos nos alejamos también de las intrincaciones ideológicas. Por lo tanto habilitamos una capa discursiva más abstracta donde podemos esquematizar intensionalmente. Más aún, en esta nueva capa discursiva comenzamos a observar estructuras y modelos por encima de los conceptos. Aún hay más, pues estas estructuras y modelos son simples, es decir, podemos simplificar lo que se volvió complejo usando una estrategia arquetípica e intensional.
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