Hacia una metafísica de la abstracción esquemática

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En nuestro mundo contemporáneo experimentamos el fenómeno de lo inmaterial en un contexto de información. Fenómeno que a su vez se complejiza con un desarrollo técnico capaz de crear dispositivos que emiten, transforman y acumulan abstracciones bajo la forma de energía manipulada. El espíritu desciende al universo material y la materia se somete silenciosamente a nuestros designios espirituales. Con este movimiento dialéctico llevamos nuestra atención a la raíz de nuestra estructuración filosófica, a la base platónica de la dualidad cartesiana, para encontrar allí una tensión metafísica original que el pensamiento occidental no ha logrado resolver.

Establecimos la diferenciación entre nuestra realidad material y nuestra realidad espiritual. Cuando hacemos esta estructuración y dualizamos nuestro pensamiento surge una tensión esencialmente categórica: la de organizar el espacio gris entre lo material y lo no material, es decir, lo inmaterial. En la práctica tal espacio es abundante de complejidad cultural de las regiones y de las épocas. Ocurrió en el pasado y convive hoy con nuestro pensamiento racional, técnico y occidentalizado. Pero fuera de la tradición occidental es donde estos espacios conceptuales se llenan de manera más sencilla. El pensamiento occidental estructura en términos de extremos polares, o es materia, o no lo es. Tal es la fundación estructural de su filosofía.

Empero la tensión comienza a distenderse al momento en que nuestro desarrollo científico y tecnológico incursiona en el mundo subatómico. Pero quizás conviene más decir que logramos que el mundo subatómico incursione en el nuestro cuando comenzamos a manipular partículas subatómicas para codificar información.

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La idea de materia como aquello de pertenencia irrevocable a una realidad física objetiva, transmuta en espíritu, en lo inmaterial, o más bien dicho, en información, en este contexto, arreglos de electrones codificando nuestras abstracciones. En la otra parte, el espíritu etéreo, completamente opuesto a nuestra realidad matérica, se invierte también como arreglos estocásticos que en un contexto de información también les llamamos entropía. Y esta estructura entrópica tampoco es tan etérica pues es consecuencia del comportamiento físico de la energía.

Así la fisicalidad de nuestra nueva materialidad sintética ya ni siquiera nos importa conceptualmente. Cuando tenemos un acercamiento a dichas codificaciones claramente no tenemos la percepción directa de los arreglos de electrones, más bien tenemos la percepción de una interpretación de ellos. Tal percepción está necesariamente descrita en una capa discursivamente mucho más rica y compleja que aquella que habla de la física de los electrones, o de cualquier otro medio que usemos. Entonces ya no tenemos un acercamiento directo con la materia, tenemos un acercamiento directo con una abstracción, y por lo tanto, con una interpretación. Incluso el sentido inverso, el camino de lo espiritual, pasando por el camino de la estructuración lógica y matemática, así como el de la informática y la computación, termina también en la probabilidad y la entropía.

Observamos un movimiento dialéctico. Un juego cualitativo entre las ideas. Teníamos una descripción, vamos a decir, directa de la situación. Ahora debemos reconocer que el juego observado es abstracto. La inversión radica en una relatividad conceptual y eso la convierte en metaestructura. No obedece a la definición conceptual en sí misma, sino a una cualidad relativa, emergente y, en consecuencia, de naturaleza abstracta.

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Nociones complejas como las de entropía e información tienen un soporte científico, pero también un entramado histórico y cultural que las ata al presente. No podemos observarlas sólo desde lo cuantitativo, lo lógico y lo matemático, tenemos que verlas por fuera. Si hacemos una concesión, un desapego de la teoría, tomamos entonces un distanciamiento de la estructuración textual y lineal, es decir, argumentativa, y más bien llevamos la cuestión a otra capa de abstracción.

Asimismo, las nociones de materia y espíritu, o de entropía e información, se articulan a partir de algún tipo de dualidad subyacente. Entonces el juego dialéctico sí se sucede de las ideas, es decir, sí atraviesa por las definiciones lineales y argumentativas. Pero el resultado más allá de la argumentación es cualitativo y es lo que observamos ahora.

La constitución conceptual emergente que le permite a las ideas exhibir esta cualidad relativa es entonces trascendente a su proceso histórico y argumentativo. Dar cuenta de este fenómeno siguiendo una estrategia, vamos a decir, empírica o constructiva, partiendo de axiomas o átomos, no será fácil entonces. Reducir una cualidad metaargumentativa a un argumento sería sobresimplificación dada la pérdida de contexto al necesariamente pertenecer a un corpus argumentativo en específico.

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Abandonamos a las relaciones argumentativas y comenzamos a observar relaciones más bien intensionales. Acompañando a la idea de intensión vienen otras ideas como la de abstracción, metaestructura, y también la de arquetipo que logra sintetizarlas. Es la metaforma que se informa dialécticamente mediante lo argumentativo que va por dentro. Hay pues una metaestructuración que es intensional y más que primaria, atómica o axiomática, es arquetípica.

Así, lo estructural es argumentativo. Es consecuencia directa de las definiciones lineales, es decir, textuales, autorales, temporales, históricas, ideológicas, o mitológicas. Pero las argumentaciones evolucionan en el tiempo relacionándose con el resto de la cultura. Hay un proceso constante de incorporación, esto es, de -in-formación.

Dado este contexto de fuerte relativismo debemos analizar entonces nuestras nociones de categoría, género y dualidad. Los procesos de síntesis dialéctica y metaestructuración cualitativa componen el desarrollo de un proceso fenomenológico de categorización que esencialmente es dual, cualitativo e intensional. La cualidad como intensión se proyecta en lo extensional, en lo empírico, es decir, se lineariza y se simplifica. Pasamos de una noción compleja a una simple a través de la síntesis y de la abstracción.

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En este juego cualitativo y arquetípico pronto comenzamos a observar una plétora de categorías duales genéricas: complejo-simple, femenino-masculino, espíritu-materia, ideal-empírico, intensión-extensión, esencia-experiencia, global-local, no lineal-lineal, estructura-orden, juego-estrategia, etcétera. Todos estos compuestos categóricos y su estructura intensional no son nociones estrictamente realistas, es decir, no esperamos una correspondencia con nuestra experiencia más directa. Más bien habitan en una capa de metaestructuración, pues hacen referencia a un fenómeno abstracto. Un fenómeno que necesariamente debe trascender lo argumentativo, mitológico, lineal o temporal.

Esta observación cualitativa pero abstracta da cuenta entonces de cualquier argumento. Es indiferente a lo correcto o incorrecto, a lo moralmente aceptable o reprobable, así como al pasado o el futuro. Observa a la distancia, fuera de lo lineal, lo dirigido, lo secuencial, y la simplificación, para situarse en un espacio de mayor complejidad.

Para lograr esta observación contemplativa necesitamos una contraparte técnica. En términos duales, movemos conceptualmente la intensión de lo simple a lo complejo, y lo complejo contiene a lo simple, es decir, contiene una estrategia. Por lo tanto, si no cambiamos la estrategia no podemos abordar lo complejo. Necesitamos una herramienta nueva para movernos conceptualmente hacia el espacio complejo. La vamos a encontrar en la fenomenología, la hermenéutica y la semiótica, en nociones abstractas de geometría, forma y espacio, y también en los arquetipos fundacionales del feminismo. En conjunto, por medio de interpretaciones esquemáticas, nos llevan a la capa de síntesis y abstracción que buscamos.

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Arribamos a la capa del arquetipo y el esquema. Con ella llegamos también a una metafísica que observa nuestro contexto cultural actual de información. Esta metafísica de lo informacional es una metafísica de la abstracción, esto es, de lo arquetípico, entendiendo ahora lo arquetípico como lo metaestructural llevado por lo esquemático.

La abstracción esquemática nos permite tener una comprensión estructurada de lo metafísico. Partimos de una noción categórica de metafísica como aquello no directamente perceptible. Esto es, lo que va más allá de nuestra percepción directa de la realidad física. Con este ánimo de observación cabal, distante pero completa, necesitamos necesariamente trascender lo argumentativo pues debemos estructurarlo. Pero para estructurarlo hay que observarlo.

Este movimiento no es circular, es dialéctico. Lo que antes era espiritual en esencia, en proceso, en forma, o en estructura, lo convertimos en objeto de estudio, es decir, en materia. Nos posicionamos en una nueva capa discursiva. Donde antes observábamos objetos de estudio ahora observamos nuestras observaciones de los objetos de estudio, es decir, al espíritu que se convierte en materia de sí mismo.

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No hay entonces una noción de un último "más allá" salvo la propia existencia metafísica entendida ahora en este contexto categórico. Algo existe porque es pensable, porque es imaginable, porque es cognoscible, porque es idea, concepto, imagen, o estructura. Hay por lo tanto al menos una categoría que lo abarca.

Desvelamos entonces una estricta fenomenología del espíritu que al ser abstracta e intensional se vuelve arquetípica y esquemática, y por lo tanto pertenece al plano discursivo de lo inmaterial y, en consecuencia, de la información. Lo que se informa habita una capa ontológica abstracta de esquemas inmateriales: los arquetipos. Así, de nuevo nos acercamos a una noción de información como síntesis de abstracción formal e interpretación subjetiva.

La estructura de esta metafísica de lo inmaterial y la información no obedece a ninguna definición argumentativa, mucho menos a una definición mitológica. No obedece a una dialéctica de dualidad polar. Es una capa de abstracción donde observamos la metaestructura del entramado cultural: las formas puras que se informan a través de la estructuración empírica. Es totalmente abstracta, parte de un proceso de estructuración por categorización y diferenciación, proceso que va de lo general a lo particular. Es complementaria al sentido de nuestra experiencia, es decir, al sentido fenomenológico que va de la percepción a la estructura.

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Tenemos así la estructuración fundacional de esta metafísica esquemática. El esquema comienza con una categoría absoluta, la existencia metafísica. ¿Qué hay en esta categoría absoluta y trascendental? En términos metafísicos, la categoría de todo, es decir a la categoría de las esencias que contiene a la categoría de sus experiencias. En términos de información, lo trascendente contiene a la categoría de lo complejo, que a su vez gesta otra categoría en su interior, la de sus simplificaciones.

Esta estructura categórica trinitaria de contención es arquetípica. Es una intensión fundacional que le da una metaestructura esquemática a la información, a todo aquello que podamos imaginar, argumentar y estructurar. Así, limitar todo a la dualidad complementaria de lo complejo y lo simple, por ejemplo, sería también sobresimplificación, por esa razón la metaestructura es abstracta e intensional, es decir, arquetípica y esquemática.

Desde luego nuestra discusión pertenece a una capa discursiva distinta a la de las explicaciones empíricas. Las ideas y las nociones que ocupamos aquí son estrictamente conceptuales, categóricas y abstractas, por lo que no tienen necesariamente una referencia en la percepción directa. En consecuencia, esta metafísica es independiente del supuesto de una realidad objetiva, de su afirmación y también de su negación pues el fenómeno que observamos está fuera de ello. En todo caso, también estructura ontológicamente tal fenómeno relativista.

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Independientemente del punto de partida, tras las definiciones ideológicas, argumentativas, temporales, históricas, dinámicas, etcétera, hay una metaestructura esquemática e intensional a la que necesariamente vamos a llegar. Desde un punto de vista complementario, es aquella que se informa a través de otras estructuras interiores que dan forma a nuestra experiencia. Así, estructurar esquemáticamente por contención nos lleva metódicamente de lo general hacia lo particular.

La estructuración categórica a través de esquemas de contención permite también una estructuración discursiva multicapa que obedece al mismo juego cualitativo, abstracto y arquetípico. Tenemos entonces dos maneras de observar este fenómeno esquemático. La manera categórica por contención donde observamos compuestos genéricos duales y sus trascendencias. Con esta mirada, de la estructuración por contención con una estrategia de dualidad conceptual emerge la intensión cualitativa. A la vez, la intensión proyectada dentro de los compuestos duales.

La estructuración intensional a través de la dualidad por contención incorpora además una concepción geométrica compleja. Esta observación complementaria es un desdoblamiento metafórico de la información. La contención, el volcado hacia adentro, se puede desdoblar conceptualmente con la abstracción geométrica de la oposición. El juego cualitativo que se sucede de las capas discursivas y de complejidad tiene entonces una correspondencia con otra geometría donde volcamos la contención hacia afuera y el resultado son oposiciones. La categorización por contención crece hacia adentro mientras que la geometría de las oposiciones crece hacia afuera. Accedemos a otro aspecto de la estructuración esquemática que permite hacer movimientos conceptualmente geométricos, como el volcar nuestro espacio conceptual según nuestra conveniencia.

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Comprendemos entonces las nociones de intensión y de arquetipo como metaestructuración cualitativa a través del esquema. Desde la metafísica, el esquema proyecta a la existencia como lo que trasciende la dualidad cualitativa esencia-experiencia, es decir, como las esencias, lo intensional, llevado por sus experiencias, lo extensional. Desde lo informacional, tenemos a lo trascendente como el sujeto de lo complejo llevado por sus simplificaciones. Estas relaciones abstractas y trascendentes complejizan lo esquemático volviéndolo arquetípico e intensional.

Categorías duales suficientemente genéricas como esencia-experiencia, intensión-extensión, complejo-simple, teoría-práctica, no lineal-lineal, etcétera, se vuelven intensión de otras categorías duales. Abstrayendo lo cualitativo el esquema de contención nos da la base para construir una teoría dualista compleja, es decir, una teoría que trasciende lo extensional para contemplar también lo intensional.

A la extensión de una relación le llamamos oposición de manera abstracta. En un sentido discursivo, puede ser dual, polar, complementaria, o de cualquier índole. Reconocemos la extensión y el resultado es una relación binaria, pero al mismo tiempo a través de la contención reconocemos otra dimensión compleja, cualitativa e intensional de la dualidad. La metaestructuración por contención plasma arquetípicamente nuestra intensión al organizar cualitativamente nuestra atención en la oposición binaria. ¿Cuál contiene categóricamente al otro? ¿Cuál es más complejo y cuál es más simple? ¿Cuál es intensional, ontológico, o teórico, y cuál es práctico o empírico. ¿Cuál es la materia y el objeto? ¿Cuál es el espíritu y el sujeto? ¿Cuál es el contenido y cuál el portador?

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La extensión por lo tanto es discursivamente monodimensional y considerar la intensión agrega una nueva dimensión. Además de los extremos en una oposición binaria, tenemos la cualidad de cada uno de ellos relativa a esa oposición. Entonces desde la abstracción y lo esquemático una mirada compleja de la dualidad es al menos bidimensional. En contraste con la simplicidad esencialmente cuantitativa de la dimensión extensional, la dimensión compleja es cualitativa, abstracta e intensional.

Llegamos a la base geométrica de la dualidad. Cualquier compuesto dual que podamos estructurar va a tener necesariamente una contraparte cualitativamente opuesta, intensional o extensional, según sea el caso. El doble juego cualitativo se sucede de la propia abstracción cualitativa y relativa. Esta forma abstracta naturalmente cuaternaria representa entonces la metaestructura de un plano ontológico coherente producto de la intensión original propuesta.

¿Cómo justificamos esto? Seguimos un razonamiento que va de lo general a lo particular tomando un acercamiento estructural por categorización. Partimos de una categoría absoluta y estructuramos por diferenciación intensional y cualitativa la categorización de nuestra experiencia. Ahí se justifica la existencia necesaria de su contraparte, pues la metaestructura no es una emergencia empírica sino una necesidad del propio marco de trabajo metafísico que no obedece a ninguna argumentación teórica, aunque empíricamente se precede de ellas.

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La bidimensionalidad otorga a cualquier compuesto dual una contraparte cualitativamente opuesta que por repetición arquetípica tiene exactamente la misma estructura intensional que el compuesto original. Tenemos así la proyección metafórica y conceptual al plano por medio del cuadro. De manera simplificada y abstracta, el cuadro nos ofrece una mirada completa de las relaciones de la dualidad compleja, tenemos una pareja empírica y una pareja intensional, y todo tipo de relaciones abstractas entre los compuestos y sus componentes.

Estas relaciones duales son oposiciones y conforman estructuras cuadradas. Son una generalización, si lo vemos desde un punto de vista empírico, de otras instancias como el cuadro aristotélico (estructura lógica y lingüística), algunas estructuras algebraicas como los grupos de Klein (simetría y equilibrio), o los cuadros semióticos de Greimas (dialéctica argumentativa). Todas desde un punto de vista ahora intensional son instancias de una metaestructura abstracta y general que las subsume arquetípicamente.

Además, si regresamos dialécticamente al punto de partida, entonces observamos que a toda estructuración dual le corresponde también una trascendencia. El universo de discurso trascendente contiene al universo de discurso complejo que contiene a sus discursos, es decir, lo simple. Entonces, toda estructuración dual, por necesidad metafísica, que también es metaestructural de las argumentaciones, tiene a su vez otra dualidad que la trasciende. Necesariamente la trascendencia habita un universo discursivo más complejo que permite la observación de sus contenidos.

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Desde la abstracción geométrica partimos de una estructura cuadrada, es decir, una tétrada. Observamos en el perímetro cuatro posibles parejas duales cuyas trascendencias habitan una misma capa discursiva superior. Siguiendo la misma estructuración arquetípica, tenemos una simplificación metaestructural que en su propia abstracción se vuelve combinatoria. Lo que nos permite reestructurar estas cuatro trascendencias como una nueva dualidad tetrádica que trasciende a la anterior.

Además de explorar el perímetro, con el mismo ánimo combinatorio, encontramos la unión de otros compuestos duales. Al interior, las diagonales nos llevan a otra tétrada donde volvemos a observar el mismo juego cualitativo.

Por su esencia arquetípica este juego cualitativo también se incluye a sí mismo. Mientras la primer tétrada perimetral nos traslada a un plano discursivo relativamente intensional, la segunda tétrada interior necesariamente nos traslada entonces a un universo discursivo correlativamente empírico. La repetición arquetípica a través del juego cualitativo aplica por igual a todas las capas discursivas independientemente de su nivel o grado de abstracción o complejidad. Esto es, revelamos la cualidad fractal de esta geometría compleja.

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Arribamos a la capa más abstracta de la metaestructura. Además de sus propiedades geométricas, es también una red cualitativa abstracta y dual que permite tránsito, factorización y otras formas de abstracción.

La repetición arquetípica entonces también es indiferente a la escala. Las triadas y tétradas adquieren cualidad por sí mismas como unidades o planos ontológicos trascendentes. Así, cualquier escala puede estructurarse a su vez por triadas o tétradas. La triada nos muestra un proceso dialéctico de oposiciones abstractas, desdoblamiento geométrico del arquetipo metafísico de contención. La tétrada nos muestra el resultado ontológico del proceso dialéctico, capas ontológicas intensionales estructuradas como una secuencia hipostática derivada de una intensión original.

La abstracción esquemática nos da una metaestructuración inmanente de lo complejo, en un sentido. En el otro, la interpretación y significación subjetivas se simplifican a través de una geometría fractal de oposiciones. Cambiamos la perspectiva de nuestra realidad espiritual, es decir, nuestra intensión, a lo complejo. La abstracción hipostática permite ahora materializar como objeto de estudio una red simplificada de emergencias cualitativas.

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Reconocer a lo metafísico como lo abstracto habilita una capa de abstracción trascendente de lo argumentativo, esto es, fenomenológicamente posterior a la estructuración de la percepción. Al trascender lo argumentativo, llegamos a una capa discursiva todavía más general, ontológicamente anterior al discurso, la de la imagen y la imaginación.

Con este carácter pragmático pasamos del discurso a la abstracción y el esquema, y con ellos a la oposición y el diagrama. Entonces, esta metafísica informacional además de intensional y arquetípica es también pragmática y visual. La visualidad es resultado de la cualidad sintética y trascendente de la información, reflejo también del pensamiento geométrico y abstracto que ahora empleamos para organizarla.

El esquema y la geometría organizan la metaestructura, el sentido intensional, mientras que, en el sentido de lo extenso, la abstracción hipostática incorpora dialécticamente lo discursivo y argumentativo. El diagrama sintetiza y completa la dialéctica llevándonos a un nuevo plano discursivo que más que simplemente práctico o empírico, ahora es sintético y pragmático.

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Arribamos a la capa del método y la estructuración intensional. El método es ahora de lo general a lo particular, es decir, estructura intensionalmente. Abordamos la complejidad desde el inicio y avanzamos metódicamente por capas discursivas y de complejidad hacia el entramado cultural. Así, en un sentido intensional y discursivo vamos de lo complejo y no lineal hacia lo simple y linearizado.

Cuando trasladamos nuestra intensión a lo complejo también trasladamos la complejidad del entramado cultural. La abstracción geométrica de esta metafísica no solo simplifica nuestra observación de la complejidad discursiva, sino también provee un sustrato pragmático para otras abstracciones diagramáticas intensionales, susceptibles al mismo juego cualitativo que la geometría que les da sustento.

Cualquier relación significativa entre los componentes de una geometría es entonces también una oposición, esto es, una relación intensional entre dos conceptos. Por lo tanto, una red, gráfica o diagrama intensional sustentada en esta geometría es también susceptible al tránsito, traslación, factorización y otras formas de abstracción. Esto nos lleva una nueva capa de abstracción y razonamiento diagramático de lo discursivo y argumentativo.

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El espíritu desciende a la materia mientras que ésta se ajusta sumisamente a nuestros designios espirituales. Sólo que ahora estamos en otra capa de abstracción donde el espíritu es materia de sí mismo. Lo lineal o dirigido, la gráfica, modela y estructura, y su intensión subyacente, metaestructural y abstracta, es una geometría fractal, lo no lineal. El arquetipo, el esquema y el diagrama nos dan una ventana pragmática e intensional para abordar lo complejo. La estructuración intensional y descendente augura razonamientos sencillos, así como aplicaciones técnicas simples y eficientes.

Podemos observar la cualidad sintética de esta metafísica desde varios aspectos. Desde lo fundacional, la síntesis se extiende al método y sus herramientas. Subsume lo formal y lo interpretativo manteniendo la coherencia lógica. En este sentido, también por su cualidad metaestructural y arquetípica es potencialmente aplicable en cualquier área del conocimiento.

Queda trabajo por hacer y aspectos a desarrollar. Tenemos el fenómeno de lo abstracto, por una parte, el proceso hipostático complejiza en términos sintéticos, por lo tanto abstrae para especificar, mientras que los conceptos más intensionales abstraen para generalizar. Así, los procesos de abstracción y complejización están íntimamente relacionados con la definición de capas o dimensiones ontológicas. En la parte pragmática, aún hay que explorar la idea de gráfica basada en al geometría de oposiciones, nos ayuda a comprender mejor los procesos de estructuración intensional, también a estructurar arquetipos más complejos que los fundacionales de esta metafísica, además de darnos la base para una epistemología. Un estudio detallado de las propiedades de la geometría de esta metafísica queda también como trabajo futuro.

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